Jorge Marziali nació en Mendoza, en las asoladas y polvorientas calles del departamento de Guaymallén. Allí creció, entre melodías y también aromas de las uvas que trabajaban las manos de su padre para convertirlas en vino. “Mi madre era pianista, criolla y morena.

Desde el vapor de las cocinas cuidaba mi afinación y el contenido de mis primeros cantos”, cuenta el músico, poeta y compositor, que pudo conjugar en su infancia acordes de guitarra y paisajes de viñedos.

- ¿Cómo aparece el amor por la música?

- Mi familia materna estaba integrada por tíos guitarreros y cantores, aficionados, pero con un alto sentido estético, sobre todo en lo que se llama folklore o lo que es trova en otros países. Junto a ellos incorporé mis primeros acordes en la guitarra y mis primeras coplas, la mayoría de un reconocible cuño español. Las tonadas se cantaban por décimas o sixtinas y las cuecas por cuartetas. Ya en 1972, mientras estudiaba comunicación social, comencé a presentarme en universidades y centros culturales de mi provincia. Y luego mis canciones fueron asimiladas por las juventudes universitarias, pero como las dictaduras no se llevan bien con las juventudes, en 1976 debí radicarme en Buenos Aires.

- En 1983 grabaste tu primer disco “Como un gran viento que sopla”. ¿Cómo era ese viento?

- Yo había hablado una vez largamente con Gustavo “Cuchi” Leguizamón. Surgió el tema político y él dijo que este país no iba a cambiar para bien mientras no viniera un gran viento del interior que limpiara a Buenos Aires. Al mismo tiempo, estaba componiendo canciones sobre poemas de Daniel Giribaldi; estaba muy metido con su poesía. Y allí me encuentro con una cuarteta que dice: “eternidad que presiento /como un gran viento que sopla /deja de soplar el viento /y hay sólo un hombre y su copla”. Asocié con lo que había dicho el “Cuchi” y compuse “Como un gran viento que sopla”, una cueca que no habla de Buenos Aires pero sugiere la necesidad de que un gran viento se llevara todo lo que nos había pasado hasta 1982.

- Siguieron “Los obreros de Morón” y “Cebollita y huevo”. ¿Cómo nacen, y qué satisfacciones te dieron estas canciones

- Es todo más o menos de la misma época. Yo vivía en Morón y mi paisaje cotidiano eran los vagones del Sarmiento. Allí vi cómo esos trabajadores apiñados cada día en el tren gesticulaban, hablaban, soñaban como peronistas, que ya, a esta altura, es una forma de comportamiento. Sólo hice una descripción de ese paisaje. Y “Cebollita y huevo” fue un borbotón, 10 minutos de estallido de coplas, con música, ritmo y todo. Alguna calentura escondida que estalló ante la inminencia de la democracia.

Desde CTA provincia de Bs. As. lamentamos la irreparable pérdida del compañero Jorge Marziali, cantautor fundamental de la música popular argentina.

Te lloramos, Jorge Marziali, por Ernesto Jauretche

Los obreros de Morón y los trabajadores argentinos y del mundo entero te lloramos, Jorge Marziali.
Murió en Santa Clara, Cuba, luego de presentarse en el Festival del Caribe. Había terminado su actuación con su canción “El niño de la estrella”, dedicada al Che Guevara. ¿Casualidad? ¿Qué mejor final pueden tener los combatientes del peronismo revolucionario?
Militante, Amigo, “Cebollita y huevo”, bien “Padentrano”, Obrero peronista, cantor, autor, artista, ¡COMPAÑERO! “San Lagente” y “Cuando Perón era Cangalllo”, seguirán “Caminando junto a Arturo Jauretche”. La esencia del trovador popular en una frase: “La fiesta que llevo adentro es el canto compartido”.
Lo vio nacer la peña de las Chacras donde renació la música del interior argentino, el folklore cuyano, que venía de La Tropilla de Huachi Pampa del inigualable Buenaventura Luna y la voz famosa de Antonio Tormo hasta el Nuevo Cancionero con Mercedes Sosa y Armando Tejada Gómez. Partió a la fama en el ‘76 luego de que “me reventaran la casa”.

Fue periodista de la prensa grande y de los audaces géneros progres de la prensa setentista, animador de radio, poeta y como encomio a la creatividad, sobre todo, CANTOR. Sin pretensiones ni condicionamientos. Allí donde cualquiera de las múltiples alegres citas de la gente laboriosa y afable, a lo largo y a lo ancho de Argentina y de la Patria Grande se lo demandara, él estuvo: un sinnúmero de actuaciones sin más trascendencia ni precio que el cariño de la sencilla familia criolla. Ese es el sello que lo personifica.

Las peñas cuyanas, los obreros de Morón, Don Arturo Jauretche, Marita Londra, los militantes de los pueblos de la provincia de Buenos Aires, los festivales latinoamericanos, ¡cómo te vamos a extrañar, hermano, sin tu sinceridad y tu modestia, tu canción, tu calor y tu sensibilidad popular!

Hoy, como lo desearías, elevo la plegaria que contiene tu “Elogio del estar despierto” más que nunca y elegimos entre tus muchas osadías aquella de “Yo elijo criollos”; igual que vos, con todo orgullo y alegría. Por eso serás inmortal en la memoria de los pobres.

Por eso, desde la humildad, este homenaje tan sencillo a tan grande artista popular.

La Plata, 9 de julio 2017
¡Viva la Patria!