El Bombardeo a Plaza de Mayo fue la forma más pública y explícita que encontraron los grupos opositores, políticos y militares, de sembrar el escarmiento y el terror en los sectores populares que apoyaban al gobierno peronista. Fue el anuncio del golpe de Estado que se concretaría exactamente tres meses después, el 16 de septiembre de 1955.

Esta masacre fue la matriz brutal de todas las expresiones posteriores del terrorismo de Estado en la Argentina. Incluso, los jóvenes homicidas de aquel junio sangriento fueron jefes en los golpes de Estado que asolaron el país posteriormente, incluyendo el más feroz de todos, el del 24 de marzo de 1976.

Los efectos directos del Bombardeo en la población fueron el terror y el silencio. El golpe de septiembre acalló a las víctimas y sus familiares, quienes no tuvieron dónde expresar su dolor. Los victimarios eran presentados como héroes de la democracia y la civilidad, con la complicidad de los medios masivos de comunicación. Al mismo tiempo el peronismo estaba perseguido, proscripto y clandestino.

Se necesitaron 50 años para que las víctimas fueran reconocidas como tales y que el Estado asumiera su responsabilidad emergente por la actuación de parte de sus Fuerzas Armadas en contra de su pueblo.

Recién el 16 de junio de 2005, con el gobierno de Néstor Kirchner, se realizó un reconocimiento a las víctimas del Bombardeo y sus familiares. El 25 de noviembre de 2009 se sancionó la Ley Nº 26.564 de reparación a las víctimas.

Los sectores políticos que participaron de la masacre nunca fueron juzgados como autores intelectuales y partícipes del homicidio de su pueblo. Aún queda un largo trecho en el camino de la memoria, la verdad y la justicia.

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